La habitación del olvido










El enfermo de Alzheimer desaparece de la sociedad, de la familia y de todo su entorno. Se convierte en un ser que no existe para nada, ni para nadie. 
Es muy duro pero es así. De ahí, que mi relato se llame : Alzheimer, esa habitación del olvido. No solo es el olvido que produce la enfermedad, es también el olvido de los demás por el enfermo. Es tan fácil decir: "Si no nos reconoce para que ir a verle". 
Cuando el enfermo de Alzheimer nota el contacto humano, su rostro lo dice todo, es el que nos habla. Cuando le hacemos una caricia, es hacérsela a un bebé. Él lo siente y lo agradece. Sabe si está solo. Nota los vacíos en su habitación y busca con la mirada. No lo sabe expresar... pero siente la soledad. Por eso hay que tener paciencia, darles cariño y estimular sus sensaciones, para que sepan que siguen siendo personas y que les seguimos amando.

He visto brotar de los ojos de mi madre unas lágrimas, mientras que su mirada estaba mirando al vacío.
La he visto sonreír mientras miraba sus manos y jugaba con su alianza.
He visto  como miraba detenidamente la lampara de la habitación y repetía una y otra vez: "bonita".  ¿Qué provocaba su llanto? ¿Qué la emocionaba ? ¿Sabía distinguir lo bonito de lo feo? ¿Por qué su mano buscaba la mía todas las noches, cuando notaba que yo me acostaba?
Y lo más importante, quizás el reloj de su cerebro se había quedado sin cuerda...pero el de su corazón funcionaba y mi madre estaba allí. El Alzheimer se llevo su recuerdos, su memoria, sus dolores, sus penas y sus alegrías, su pasado y su presente...pero comprendí que no me había arrebatado a mi madre. Ella estaba en su cama y eso a mi me bastaba. Podía tener tres años, dos o uno, pero era mi madre y mi casa aún tenía su ancla, su raíz...aún tenía el calor de madre.

Sé que mamá perdió el contacto con la realidad por amor. Se bajo del mundo y no quiso seguir en él.
El amor por sus padres, por su hermano, por su marido, por sus hijos y por sus nietos, fue la mayor riqueza que nos lego.

Sus fuerzas se fueron agotando, empezó a no querer comer y su cuerpo solo admitía papillas de los niños. Estaba tranquila, pero no dormía. Tampoco me dí cuenta que estaba viendo a mi madre en sus últimos días.
Murió en su cama y en su casa, como ella deseaba, yo estaba a su lado...